No identifico a casi ninguna de las personas en esta foto -quizás alguien de entre quien me leéis me pueda ayudar-. Mi bisabuela, Fina Benimeli, es la segunda por la derecha. “Lilita Fina”, como la llamaban mis primas de Barcelona, fue mi primera profesora de piano. Parece que fue una muy buena pianista, premio extraordinario como su hermana Carmen, pero, quizás por su carácter más conservador, dejó de tocar muy pronto una vez casada y yo nunca la escuché tocar una pieza completa en su piano de Gómez e Hijo.
Aprendí poca música de ella, a mis cuatro años yo era un niño muy inquieto y ella una profesora muy severa. Recuerdo sus libros de solfeo y métodos de piano llenos de polvo. Yo sabía leer y escribir con soltura y ella estaba un poco ciega ya, así que, como ambos teníamos mal genio y éramos igual de cabezotas, pasábamos horas discutiendo si esa nota era un mi o aquella era un la. Me corregía también a todas horas mi vocabulario de cuasi bebé: si quería huir de sus lecciones no podía decir que tenía pipí, había que pedir, muy solemnemente, que me permitiera ir a orinar.
Lo que más me gustaba de las clases era la merienda de después con ella, mi madre y mi abuela. Me daban un vaso de leche con unas tortitas de anís parecidas a las de Inés Rosales y una onza de ese chocolate harinoso que ahora está completamente pasado de moda. Entonces su semblante cambiaba un poco: reía a ratos, me cantaba canciones en valenciano y contaba historias de mi bisabuelo Manuel y de mi tía, la guitarrista Mariángeles Sánchez Benimeli, que estaba en Alemania. La recuerdo un invierno, muy preocupada: la nieve y el hielo habían cubierto completamente el portal de casa de mi tía y esto le impedía ir a la universidad. Yo imaginaba a Mariángeles sola, tan lejos, encerrada con su guitarra en su pisito de Berlín…
No sé cuantas clases de piano llegué a aguantar, pero sé que pronto la clase y merienda pasó a ser sólo merienda -llenándole siempre de migas las faldas de la mesa camilla del comedor con lo que mi dosis de enfado Benimeli estaba asegurada-, y el ratito de piano fue sustituido por partidas interminables de damas, parchís o Intelect.
El 12/01/2021 “Lilita Fina” hubiera cumplido 121 años. La echo mucho de menos.